Anécdota correspondiente al XII Certamen Internacional de Jóvenes Cantautores Diputación Provincial de Burgos en 2005.

Texto: David Lorenzo

«El detalle ligeramente desagradable de la tarde y parte de la noche, susceptible de no ser narrado pero merecedor del esfuerzo, fue la revelación de un señor gordo -permítaseme utilizar esta licencia deíctica para referirme al mánager de Rosana, cuyo nombre no recuerdo- como la persona de trato más rechazable que he conocido.

Resulta que de algún modo terminó siendo él quien mangoneaba todo aquello, y entre sus intenciones destacaba la de conseguir que las intervenciones de los cantautores sobre el escenario -y también las pruebas de sonido- sucediesen de forma poco prolongada, para que el concierto de Rosana, la estrella de la noche, no se viera perjudicado. Tuvimos que realizar con prisas el sorteo para el orden de las actuaciones, y en vistas de que no estábamos todos, el orden de pruebas se vio sometido al esplendoroso y altruista juicio espontáneo del gordo.

También tuvo la estupenda idea de prohibirnos algo tan elemental como es hablar y presentar las canciones como generalmente suele hacer un cantautor, con el objetivo de que el concierto de Rosana empezara lo antes posible, hasta el punto de someter a la organización al mal trago de comunicárnoslo y tener que discutir con nosotros sobre esa circunstancia.

Afortunadamente, no era tan difícil no hacer caso a las órdenes despojadas de todo criterio válido del tipo…

La pena me invadió -y también la cólera- al ver a Jacinto, el presentador, teniendo que prescindir de los comentarios que con aplicación se había preparado para presentar a cada uno de los finalistas: en mi caso, montó una composición muy simpática a partir de la biografía que encontró en mi web, e incluso se tomó la molestia de consultarme si me parecía bien lo que iba, a priori, a decir, o si quería modificar alguna cosa; y lo mismo hizo con todos.

Al final, uno realmente se asombra y se reprocha la inocencia tan desmedida con la que a menudo observa, pero por mucho que vea la tele no entiende esa risa burlesca y de menosprecio que le vi expresar sin disimulo alguno mientras Fede repetía; uno no entiende un ‘Pués qué mala suerte’ como respuesta a ‘Hola, soy Jesús’; uno no entiende comentarios como el de ‘Los primeros cien años son los peores’ que me dijo en la escalera así, sin venir a cuento, tras preguntarme si ya había terminado. ¿Había algún tipo de malicia? ¿Para qué? ¿Quizás tiene el gordo un humor extremadamente inteligente que a todos nos supera? A saber si el hombre piensa que los que allí estábamos somos chiquillos que aporrean los oídos con la guitarra encerrados en un cuarto empapelado con pósters de La Sirenita que van a jugar al karaoke en el festival de las fiestas del pueblo el domingo por la tarde. ¿Y si así fuera?

El certámen de Burgos es una prueba más del buen trabajo creativo que se da en España, y el que no quiera respetar eso y opte por seguir apoyado en la particularidad suspensa de su pedestal, seguramente podría vivir feliz sin pasar por el trago -para mí terrible- de echar de menos a la música».